sábado, 29 de mayo de 2010

SABAYONESES (DONDE SE HABLA DE DEL PAIS SIN UN DRAKE QUE LO MANDE)

     El odio de Oliden contra Bayard El Viejo fue tal, que por decreto prohibió pronunciar el nombre de este en cualquier punto del territorio so pena de cárcel primero y fusilamiento en caso de reincidencia. Como señal de mayor impotencia, Oliden cambió los símbolos patrios que recordaban a los Drake y los sustituyó por una nueva bandera y un escudo nacional que diseñó él mismo. Hizo borrar de la historia oficial la existencia de Bayard El Viejo, escribió la letra del nuevo himno nacional y ordenó casi fuera de sí que tumbasen las estatuas del coronel y que levantasen bustos suyos en todas las plaza públicas del país. Todo el planeta tenía que saber que Él, el Primer Ministro de Sabayón, era la viva encarnación del verdadero Hombre Nuevo en ese país que había vivido en el oscurantismo medieval durante tantos años.
Esbirros enviados por Oliden marcharon por toda la nación sembrando rumores sobre el Viejo Bayard, acusándolo de cuanto incendio, peste, sequía o inundación hubiera quedado aún en la memoria de nuestros habitantes.
Pero si en las zonas rurales aplacaron a tiros a los alzamientos campesinos a favor del coronel, los ordenanzas de la casa no tuvieron quién los detenga a la hora de saquearla. Era el símbolo, debía caer.

viernes, 28 de mayo de 2010

SABAYONESES (DONDE SE HABLA DE CÓMO ACABAR CON TRAIDORES)


   Una tarde su padre lo encontró solitario en los corredores desiertos de la casa. Lo halló vestido de marinerito, alimentando a los quetzales que eran otro de los consuelos extravagantes a los que echaba mano Alexa en sus horas de soledad. El coronel lo fulminó con la mirada feroz de sus antepasados y en una explosión de ira lo arrastró a la calle dispuesto a darle su primera lección de gobernante diciéndole a gritos:
            —En vez de alimentar pajaritos, yo te voy a enseñar a matar traidores.
Y el niño destinado a sucederlo en el poder —porque Antanas II no se iba a domesticar jamás y porque el pequeño Bayard era un caso perdido— con más miedo que voluntad contestó:
            —Bueno, papá Bayard.

Y sin decir más subieron a la carroza presidencial que los llevó al Teatro Nacional donde el gran poeta Ricardo Jaimes Freyre declamaba, arrasado por la pasión, sus versos de fuego:
            —Y la rosa temblorosa se desprendió del tallo...
Y a los quince minutos de estar en la función, su padre Bayard con uniforme de Libertador del Mundo ya dormitaba boquiabierto y babeante con las manos entrelazadas sobre el regazo.
            —Y la arrastró la brisa sobre las aguas turbias del pantano...

Declamaba el gran poeta boliviano y el niño miraba nervioso al Ministro de la Guerra que sonreía inocente, afilándose la punta del mostacho polaco, sentado en la butaca del centro, entre su esposa y su hija Odorica.
            —Margarita de Anjou —susurró el pequeño Dionisio sin saber por qué.
            —Y una onda fugitiva le abrió su seno amargo…
Y el padre dictador movía un extremo del bigote roncando a pierna suelta y el teatro entero simulaba que no pasaba nada. Después, esa pesada calma desaparecía con los aplausos de algarabía al gran Freyre.
            —Y estrechando a la rosa temblorosa la deshizo en sus brazos...
El dictador se despierta, se despereza, da una señal con la mano y un tiro sale desde alguna parte del teatro espantando a los pájaros enjaulados en las esquinas del escenario. Se arma un bullicio de damas histéricas apenas controladas por sus maridos aristócratas que dicen:
            —Calma, calma, algo debió hacer ese para merecer este fin.
Lo dicen de dientes para afuera procurando que los espías del Estado infiltrados en la multitud no detecten ningún comentario contrario a la patria, para no ser detenidos mañana y enviados a los campos de concentración de donde no vuelve nadie porque con los Drake no se juega carajo.

El balazo de Ernesto Santos le revienta la cara a ese pendejo traidor y «vendepatria» del Ministro de la Guerra que había pactado raros acuerdos lesivos a la nación a favor de esos tipos del Paraguay...

            —Y… y… y… —Jaimes Freyre aterrado, no supo qué hacer y alguien le dijo desde un lado del escenario, haciendo gestos afectados, que mejor acabe el poema de una puta vez.
            —…y flotaron sus pétalos como miembros mutilados y confundidos con el lodo negro, negras aún más que el lodo se tornaron…

—Con la novedad mi coronel de que el Ministro de Guerra ha sido declarado legalmente muerto por el doctor Lacómano Roldán.
El estafeta le extendió a Bayard el certificado de defunción aún oloroso a tinta fresca firmado por puño y letra del médico. Entonces el coronel orgulloso observó al pequeño Dionisio que no dejaba de mirar a la niña que lloraba sobre el vientre de su padre muerto:

—Margarita de Anjou.

Y Bayard todopoderoso le dijo:
            —Así es como se gobierna; teniendo prueba escrita de que tu voluntad está hecha. Por este íbamos a perder la guerra contra el Paraguay. Ahora ellos tienen un soplón menos y nosotros ya sabemos que nos espían y alborotan a los peones y fabriles de acá para desestabilizarnos. Hemos parado ese lío por unos cuantos años.

Luego el coronel se volteó hacia su estafeta y le ordenó que le metan un tiro a la viuda y otro a la huérfana...
—Para que no anden conspirando, carajo, y para que vean cómo me cobro las cosas… ¡y me callan cortésmente a esas damas sensibles que quiero escuchar al poeta!
La velada en el Teatro Nacional continuó pese a los camilleros que sacaron al cuerpo enorme del Ministro de la Guerra con la cara aplastada, goteando sangre entre las damas y caballeros en traje de noche que volteaban sus caras ante lo repulsivo del espectáculo. Los soldados de la Guardia Nacional se desplegaron para custodiar las salidas y sacaron a empellones a la hija y a la esposa del Ministro de la Guerra para cumplir la voluntad del padre de la patria.
            —Que nadie se mueva de sus butacas, porque es noche de poesía y este poeta me ha costado buenos pesos y lo he traído solo porque a mi hijo le gustan estas cosas y va a ser amigo de los artistas. Antes no escuché nada por el sueño y por el muerto. ¡A ver, poeta! ¡Venga de nuevo con esa cosita de flores de las que estaba hablando!

Y mientras el gran Jaimes Freyre empezaba de nuevo con sus versos vegetales, el pequeño Dionisio había recuperado la templanza y no dejaba de mirar a su padre Libertador del Universo que ahora sí le había tomado atención a los versos del poeta y lloraba a moco tendido. Bayard El Viejo era incapaz de contener sus emociones.
—Pobre rosita tierna, despelotada sobre el pantano ¡qué cruel que es el mundo! ¡Carajo! …la pobre rosita indefensa…

Segundos después en la calle se escucharon los dos disparos con los que ejecutaron a la esposa y a la hija del Ministro de la Guerra. El pequeño sintió un gélido escalofrío en la espalda y con rabia agarró a su padre por las solapas. Le miró a los ojos tan cerca que casi se topaban las narices y le dijo sin la menor expresión en la cara:

            —Papá. Antanas, Bayard y yo lo vamos a matar cuando seamos grandes.
            —Eso, mi hijo, para eso los estoy criando...

jueves, 27 de mayo de 2010

SABAYONESES (DONDE SE HABLA DE LOS DOS BAYARD DRAKE)

 El señorito Bayard, con ese inconfundible perfil Drake de cejas marcadas, mentón a lo Borbón y piernas fuertes de jinete, era el favorito de la nana india que crió a los tres chicos desde que eran niños de pecho. A diferencia de Daniel, que bebió leche agriada por el odio de la teta de su madre biológica hasta los 15 años; la leche de la nana india nutrió los músculos de los herederos y de alguna manera les dio un aire de humanidad rudimentaria que atenuó en algo la brutalidad tierna de la familia del coronel.
La nana india, envuelta en un rebozo negro pese a los calores de la Amazonia, se encargaba de que el niño Bayard siempre tuviera a mano sus camisas a cuadros, sus pantalones tejanos, sus sombreros de ala plegada tipo ejército australiano, sus tirantes y sus botas de montar. Bayard El Joven se despertaba a las once de la mañana, se vestía, bajaba las escaleras de piedra con esos pasos pesados de los Drake y después de llenar de besos a su nana india en la sala, salía de la casa rumbo a las cantinas del barrio proletario para apostar hasta la vida si era necesario.
Obviamente no apostaba por necesidad ni por vicio, simplemente esa era su forma de beber adrenalina y darle rienda suelta a los caprichos del cuerpo y del alma. De las cantinas salía alcoholizado, abrazado a la mujer de algún otro respetable bandolero sin importarle las pendencias que aquello invariablemente ocasionaba. Cuando ganaba demasiado, cuando no tenía con qué pagar o cuando no le caía bien a alguien, salía de las tabernas con el ojo morado, e incluso, muchas de esas peleas continuaban a lo largo de la calle en delante de todo el mundo para escándalo de las señoras que aún soñaban con verlo cambiado, decente... Los motivos de esa violencia eran irrelevantes, él quería acción.
A Bayard Drake, El Joven, todo hombre que no conociera el tamaño del poder de su familia —es decir, traficantes, mercenarios, marineros y vagabundos— quería romperle los huesos por su natural pedantería y su increíble encanto con las mujeres. Podía ser un caballero capaz de vencer en la lucha sobre el fango a un combatiente nubio, darse un baño y luego seguir siendo el mayor dandi con sonrisa de actor de cine nacido en estas regiones dominadas por el mosquito y la Colt Walker de Bayard Drake, El Viejo...

miércoles, 26 de mayo de 2010

SABAYONESES (EN DONDE SE HABLA DE UN CORAZÓN ROTO)


 Y llorando de impotencia como un chiquillo bajo esa lluvia de aguas negras, su corazón se volvió un manojo de porquería de vacas que ardía con las ascuas de la desesperación. Siempre había necesitado algo en qué creer, y ahora se negaba a rendirse a la evidencia de que se había enamorado de una ilusión. Una voz que no era la suya lanzó una carcajada tenebrosa dentro de su cabeza ante el tamaño de su derrota. El "otro" quería salir, pero a él aún le quedaban fuerzas para mantenerlo atrapado dentro de su propio cuerpo...

martes, 25 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO 6)

 Al séptimo día de su encierro Dionisio salió de su habitación totalmente rejuvenecido y con un viso de maldad en la mirada que antes nadie le había visto. El más tranquilo de los salvajes chicos Drake de repente recuperó el aplomo y nuevamente su sangre retomó el dominio de sus actos cuando por decreto nombró al retrato de Margarita de Anjou como su esposa oficial pese a las protestas de los miembros del Parlamento. Algunos consideraban aquello como un abierto acto de locura que un Presidente de Sabayón no se podía permitir. Otros creían que era una jugarreta más de ese muchacho, que como sus hermanos, jamás habían respetado absolutamente a nada ni a nadie. Había que hacer algo con Dionisio.
El primer ministro Casimiro Oliden guardó silencio ante la protestas del Congreso y secretamente apoyó a Dionisio en su decisión de tomar como primera dama a una mujer atrapada en una pintura. También se encargó de que nadie fuera con el chisme al viejo Bayard sobre las raras costumbres que había adoptado su heredero e hizo poner guardia armada en la puerta del coronel para que nadie se le acercase.
Como todo Drake, el Presidente llegó lo más lejos que pudo con sus extravagancias y aún quiso más. Cuando ya no fue suficiente dormir con la pintura y masturbarse mirándola, Dionisio comenzó a irse a dormir sin escolta entre los lodazales pestilentes del cementerio para tratar de soñarla en carne y huesos aunque sea por una vez. Después, eso tampoco fue suficiente y varias veces se escapó de su guardia personal por la noche para ir a romper ataúdes en el cementerio buscándola en la cara de cada muerto...

lunes, 24 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO-5)


En el retorno a casa nos reencontramos con las aguas familiares del mar de los Cuchillos, pero lo vimos totalmente diferente al que habíamos conocido cuando estas costas aún eran bolivianas, antes de que los invasores de las Cuatro Naciones se lo cargaran a baldazos sobre sus ferrocarriles y se lo llevaran lejos para siempre. Sus nuevos dueños lo dejaban fluir nomás cuando pagábamos el alquiler por usarlo. Sí, pagábamos, y entonces el hueco que nos habían dejado en la tierra al momento de llevarse el mar en sus vagones de ferrocarril se volvía a llenar con ese adorable azul. Azul, igual que el color de las tizas con las que los profesores de escuela de Sabayón nos envenenaban la cabeza exigiendo que las nuevas generaciones de sabayoneses y santarroseños recuperásemos lo que las pasadas habían perdido...

sábado, 22 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO 4)

Dionisio Drake había dejado de meterse en los problemas en los que se metían sus hermanos desde que se enamoró de una princesa que había visto retratada en el cuarto de un amigo pintor durante su primer viaje a París. No era un tipo interesante, ni siquiera inteligente, pero sí tenía un secreto. Al igual que Daniel, tenía su propio tipo de invisibilidad.
Alexa los veía crecer sin intervenir en sus vidas. Los veía como seres ajenos a ella, bichos que la habían usado para llegar a este mundo y luego hacer las cosas como si no hubiera nadie mejor que ellos sobre la faz de la Tierra. Vencida por las manías siempre violentas de los Drake, se aferraba cada vez más a la parsimonia reposada y casi femenina de Daniel. A esas alturas, el menos Drake de los muchachos ya pensaba en largarse de la casa, en renunciar a su apellido, a los honores y soñaba con volverse rico usando más la cabeza que los músculos. Antanas II se movía por la casa sin ser visto. Salía por la noche y llegaba de madrugada como si fuera una bestia nocturna que regresaba a su guarida después de haber estado de caza en el imperio de las tinieblas. Una madrugada volvió con el brazo sangrando y cuando abrió la ventana de la casa para entrar, después de pasar sin ser oído entre los perros y entre los guardias, se encontró con el Colt Walker de su padre apuntándole a la cara...

viernes, 21 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO 3)

     El coronel, que había renunciado al exterior para refugiarse en la casa donde habitaban las sombras de sus seres más queridos, no se había dado cuenta aún de que estaba perdiendo el dominio de su propio mundo. Él no lo sabía, pero la casa se llenaba de alimañas de esta vida y de la otra: afuera, Aqueronte y su búsqueda del control de las cosas a través de la ciencia, representando a esos vivos que lo fastidiaban tanto. Adentro, el fantasma que quería hablarle; el enano invisible vestido de negro que lo había seguido desde el cementerio y le resollaba la cara para despertarlo; la imagen de Belle que, ahora en la vejez de él, aparecía ya no para golpearlo sino para cerrarle la boca mientras dormía. Lo arropaba en las noches de frío y lo abrazaba para confortarlo cuando lloraba dormido, víctima de alguna pesadilla. Bayard se pasaba al otro lado.
Desde su vuelta del cementerio Bayard Drake veía a la casa cada vez más grande mientras él se empequeñecía; los escalones de piedra se hacían más altos, las vigas de los techos estaban cada vez más distantes, los puños de las puertas aumentaban de tamaño y de peso, la ropa le iba quedando grande y sus pies ya bailoteaban dentro de sus botas de oficial. Darse cuenta de aquello le pareció gracioso, pero pronto olvidó tal revelación inundado por la fatiga que aún le quedaba tras su marcha al cementerio la tarde anterior. De ahí había vuelto cojeando por culpa de su bota sin tacón, sin un caballo que lo cargue, todavía incapaz de rendirse ante la evidencia de la modernidad, reacio hasta los huesos a subirse a esos trastos bulliciosos de cuatro ruedas que se llamaban ridículamente taxis y que eran manejados por cualquier bandido enaltecido solo por las virtudes absurdas de la democracia...

jueves, 20 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO-2)


Pese a que su familia había sido numerosa, a estas alturas de su vida solo le quedaba un hijo del que nunca había querido hablar. Daniel Drake no había montado jamás a caballo, no había peleado nunca con nadie: ni por mujeres, ni por jugar a las cartas, ni por borracho buscapleitos, ni siquiera tan solo porque sí, como lo habían hecho todos los Drake antes que él. El carácter de Daniel nunca había explotado en ninguna situación, no se había batido a puñaladas con maridos ofendidos, ni había tomado con besos o amenazas virginidades de ninguna especie; ni le había mentido a una chica para aprovecharse de ella, ni se había robado nunca a una mujer ni casada ni soltera, ni se le conocían hijos bastardos. No había sido soldado, ni contrabandista, ni periodista mercenario, ni aviador suicida de naves de prueba, ni nada que lo señalara como un miembro de la familia. El mayor de los hijos del coronel era la vergüenza, era la duda. El chico había desperdiciado su vida.

            —Ese no tiene mi sangre, si hasta marica parece.

miércoles, 19 de mayo de 2010

SABAYONESES (FRAGMENTO)



Entonces el coronel Drake sintió que el cuarto de baño se llenaba de un frío extraño para esa época del año; un frío neutro y profundo de cadáver que le miraba con los ojos abiertos. De pie en un rincón del cuarto de baño, el fantasma intentaba hacerse ver con el viejo Bayard. Lo había intentado desde aquella noche en que el veterano soldado quedó por fin solo en las entrañas oscuras del caserón familiar construido por su padre con las piedras blancas que cayeron sobre Sabayón la primera noche en que nos llovieron estrellas. La casa, el corazón que mantenía vivo a Bayard era la casa.


El coronel no había nacido aún cuando la construyeron. Entonces, Sabayón era apenas una idea rabiosa en la cabeza de su padre Antanas. El primero de los Drake había desembarcado en estas tierras en plena fuga por amor con la única mujer que adoró con las entrañas. Pero al llegar a las orillas del río Maratay, donde finalmente fundó el pueblo, ella lo traicionó con…
Bajo amenaza de pena capital, nadie nunca en Sabayón pudo decir en público el nombre ni el origen de qué o de quién la sedujo, pero todos siempre lo supimos. En su lecho de muerte; ella, proscrita y deshonrada por la ira de Antanas, maldijo a los Drake augurándoles, a los del presente y a los del porvenir, sólo muertes violentas. Nadie pudo entrever entonces los efectos que esa maldición tendría sobre la descendencia del primero de los Drake. Nadie, sólo él.
La construcción de la casa sobre el lugar donde se consumó la infidelidad de Belle Almanegra fue el acto final con el que Antanas pretendió olvidarla para siempre. La casa aplastaría a la traición bajo el peso de sus cimientos. Con el paso de los años, el pueblo que levantó con sus manos por pura rabia, también se fusionó con el destino de su familia. Antanas estaba seguro de que los Drake nunca desaparecerían del planeta mientras exista Sabayón; su sangre seguiría mandando entre los vivos y los muertos de esta patria hijadeputa mientras la casa siga en pie, mientras Belle Almanegra siga enterrada boca abajo en lo más profundo de sus cimientos.

martes, 4 de mayo de 2010

SABAYONESES: ESCRITO DE CONTRATAPA, POR WOLFANGO MONTES...



Perspicaz periodista y novelista de opulenta imaginación, Darwin Pinto nos trae en su segunda obra de ficción la saga de la familia Drake. No es una novela para mojigatos y sensibleros. Para recorrer sus páginas debemos soportar el espectáculo de la violencia, del machismo sin frenos, del sexo energúmeno. Pero su lectura no es gratuita, nos lleva a las entrañas del poder y del comportamiento de los poderosos. El personaje central es el coronel Drake, un hombre de apetitos colosales y de voluntad titánica. Alcides Arguedas lo describiría como un caudillo bárbaro. En conversaciones con un fantasma recuerda la historia de su vida, que es la crónica de su nación, que es la leyenda de tantos caudillos barbaros que dominaron nuestra patria. Llega a las librerías en un momento en que necesitamos reflexionar sobre nuestro pasado, sobre todo porque se imbrica en el presente y se adhiere a nuestra piel como una sarna, de la que no podemos librarnos. La violencia, la concupiscencia, el alarde y la locura se repiten en Sabayoneses como si se tratara de un Eterno Retorno de la insensatez universal. Nos prende la respiración con su tonalidad airada, y cuando la historia parece haberse acabado, aparece el último vástago de la familia Drake, gordo y diferente de sus hermanos; no nos engañemos, entramos ya en la era capitalista, los caudillos bárbaros ahora se disfrazan de ciudadanos comunes.

Wolfango Montes